Ahí está ella, posando despreocupada sus mamas en el pasto; dejando libre su pelo negro a la brisa, a la misma que vocifera. Moviendo su cabeza alargada con insistencia, como una buscadora incansable. Con su caminar sinuoso y enfermizo. El cuerpo llagado y pestilente, denuncia el abandono. Sus manos, que no son manos, buscan en la basura el sustento diario. Sus ojos traslucen sentimientos que no son humanos, pero que leemos como pena. Su voz no es la de una dama, es ronca y potente. ¿Por qué sacas la lengua húmeda al respirar? Porque eres una perra del Forestal.
ADRIAN ATENZA
Hace 12 años
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