martes, 22 de abril de 2008

De mi alumbramiento.




Si he de exponer mi vida, debemos partir del principio; quizá al proponer esto, debería remontarme hasta los orígenes más remotos de mi familia, de aquellos que me dieron el ser, pero tal cosa sería una tarea inabarcable, realmente titánica; además, querido amigo, no pretendo aburrirte con historias añejas, que ya están deterioradas por el paso del tiempo y la carencia de memoria.

Hablemos más bien de cuestiones relativamente contemporáneas, recientes. Esto lo digo, porque debes saber que no soy un un hombre en el ocaso de su vida, intentando de escribir sus memorias, no. Simplemente soy un joven que acaba de pasar la barrera de los veinte años, que está motivado en registrar sus vivencias, sólo como un escape, puesto que es probable que estas líneas jamás sean leídas. Pero no volvamos pie atrás, estas cuestiones ya fueron descritas con anterioridad.

Me bautizaron con el nombre de Benjamín y por la vía de la consanguinidad, me ha correspondido en suerte apellidarme Almendros, por parte de padre, y Barrenetxea, por parte de madre. Nací hace un poco más de veinte años, en un hospital público y pobre, y los primeros años de mi vida no escaparon a esa condición. Hijo de padres muy jóvenes, que dependían absolutamente de un sueldo miserable; verdaderamente no nací entre los lujos y la opulencia.

¿Qué poder narrar acerca de esta etapa de mi historia? Ciertamente, esto es complejo, ya que no nadie puede tener consciencia de su propio alumbramiento, no obstante, con un poco de sagacidad se pueden ir conociendo esos aspectos, que a pesar de pertenecernos, nos están ocultos, de cierto modo vedados por las circunstancias mismas de la débil capacidad de un recién nacido.

Es así que me enteré que mi nacimiento produjo más de algún conflicto en la familia de mi madre, puesto que ser madre soltera era y sigue siendo considerado un agravio a la "moral familiar", sin embrago este rasgo social se ha ido diluyendo cada vez más, incluso el embarazo adolescente nos parece tremendamente familiar. He llegado a concluir que mi madre debió ocultar durante un buen tiempo su embarazo, puesto que su padre realmente era estricto; y así no llegó "pura e inmaculada" al altar, sino que debajo de esos ropajes blancos, llevaba el fruto de su deshonra. Una vez que nací, se le dijo a mi abuelo (el único que no llegó a conocer la real situación por la que pasaba doña Adelaida Barretnexea, mi madre) que mi nacimiento había sido prematuro. Aún me pregunto cómo no dudó que un niño recién nacido que midió cerca de 45 centímetros y que pesó más de 4 kilos, pudo ser prematuro.

La menor de las hermanas de mi madre, Javiera, que es apenas nueve años menor que yo, reventó en celos al ver que llegaba otro niño a la casa. Posteriormente, estos celos se traducirían en pelas y golpizas constantes.

También, al ver fotografías de esta época, me he dado cuenta que una de las pocas prendas de vestir que tenía era un pantalón de lana azul, que llegué a usar hasta muy crecido. Si pudieran ver tales imágenes, de seguro saltarían a carcajadas.

Esto es lo único que puedo contarles sobre mi nacimiento, o mejor dicho sobre algunos aspectos que lo rodearon. No sé a qué hora nací; si mis padres llegaron en taxi o microbús al hospital; si estaban contentos, nerviosos o atribulados por la responsabilidad que se les avecinaba. Ignoro todo aquello, sólo sé lo que les he expuesto con anterioridad.


La fotografía se titula "Marie with child", Erwin Olaf, 1987*.
*Año de gracia...

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