sábado, 20 de septiembre de 2008

Elegía Tercera [o el Lamento del Errante]

Cuánta distancia hay de la existencia
Al olvido de la urna solitaria
Cuántos pasos se deben dar
Para adquirir el vestido del silencio.

El grosor del filo es la distancia
Que ha de hacerse propia
Alcanzada y lejana llantería
De pies sucios y sangrantes.

Qué hace el errante al verse sólo
Notando que las huellas impresas
No son más que un rastrillo de lo
Separado - ido.

El viejo sol que alumbra el paso
Tornándose en pálido enfermizo
Vomita agonizante la luz
De la última hora.

Así se anuncia lo que se anhela:
Descanso de despertar ausente
Para no seguir donando el caminar
A piedras polvorientas y frías.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Dama

Ahí está ella, posando despreocupada sus mamas en el pasto; dejando libre su pelo negro a la brisa, a la misma que vocifera. Moviendo su cabeza alargada con insistencia, como una buscadora incansable. Con su caminar sinuoso y enfermizo. El cuerpo llagado y pestilente, denuncia el abandono. Sus manos, que no son manos, buscan en la basura el sustento diario. Sus ojos traslucen sentimientos que no son humanos, pero que leemos como pena. Su voz no es la de una dama, es ronca y potente. ¿Por qué sacas la lengua húmeda al respirar? Porque eres una perra del Forestal.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Elegía Segunda

Viene el mensajero
de la consciencia,
desagradable compañero,
ahóguense los sonidos
de su trompeta,
nada anuncie su venida.
Por qué los hombres estamos
rodeados de fantasmas.
¿No hay un Dios que
se apiade de sus criaturas?
Cómo no odiar al ser
cuando la existencia se vela,
volviéndose signo pasado.

Por qué se nos condena a la desgracia,
olvidándonos en un rincón,
debiendo enfrentarnos a
nuestras necesidades,
sentimientos fríos y profanos.
Griten el porqué.

Si el padre abandona a su hijo
no es digno de ser llamado bueno.
Pero si el hijo lo abandona,
¿no merece mayor pena?
Sólo pido desde la
penumbra de mi noche,
no ser enviado al castigo.
Ruego que la justicia sea ahogada
por la misericordia y se me dé
a beber de las nuevas fuentes.

Escucha mensajero,
escucha Dios y padre
el gemir de este,
ahora bastardo,
permítanle calzarse
en vuestros pasos,
besar y lavar vuestros pies
con las lágrimas de su dolor,
secarlos con la opresión
que lo cubre para dejarla
rendida en vuestra presencia.

Elegía Primera

I

Impotente sentir el fragor
Un saco trémulo
Oprime mi garganta
Mi frente.

Cómo gritar en el
Vacío sonoro, librarme
De las quejas.

Tener la mirada húmeda
Y no encontrar el cause
De su escape.

II

Si las lágrimas
No lavan mi cabeza
El llanto no encuentra
Su razón.

Si la boca
No suelta el grito
El cielo oscurecido
No se dejará
Al trote del sol lejano.

Purgar esta naturaleza
Abandonar el lecho
De la desgracia.

Quemar al vivo
Mi cuerpo
Que se consuma
En su impureza
Para no alzarme
Y convertirme
En origen.

III

De la existencia arrebatarme
Encontrar al claro presente:
A lo pasajero ahoga.

De este desvelo huir
Ser inyectado en su dorado
Ahogante de lo terreno.